22.3.08

ROMA (cap5)

En la Via Appia antica se encuentran las catacumbas de San Callisto y vamos los tres en un día muy caliente; con la morbosidad transformada en risa. Lugar espantoso, pero lleno de historias muy antiguas que contradicen a las películas de Hollywood que contaban que los cristianos se escondían de los soldados romanos allí dentro, según los guías solamente fueron cementerio de cristianos. El aire es húmedo y frío contrastando con el exterior, los pasillos tienen el tamaño de mi cuerpo, bajamos escaleras, me da miedo quedarme última y me da claustrofobia estar en el medio de la gente, me impresiona apoyarme en las paredes, tienen nichos que alguna vez estuvieron llenos de cuerpos humanos, quiero salir rápido, los chicos se quedan atrás haciéndose los graciosos, juegan a perderse y se ríen; mi corazón late cada vez mas fuerte quiero salir... para no pensar copio dibujos de las paredes en mi cuaderno.

Es el último domingo del mes y la entrada al museo de Vaticano es gratis, así que hacia allí vamos...no somos los únicos, hay mucha gente en la Metropolitana, ya es verano y se siente. No se puede entrar con shorts, así que llevo puesto un vestido con el que parezco Laura Ingalls, hay turistas por doquier, nunca quise parecer una turista pero en algunas ocasiones no queda otro remedio. Me da celos que los chicos hablen todo el tiempo de fútbol, me da celos que sean tan amigos.

Entramos en San Pietro y todo brilla mucho, mucho oro, mucho lujo. Lo único que me conmueve es una pieza de mármol en la que Michelángelo depositó toda la dulzura . Es La Piedad y no creo, no puedo creer que haya sido un pedazo de piedra alguna vez. Los chicos quieren subir a la cúpula, yo creo que no voy a poder, tengo baja la presión... prefiero irme a la Capilla Sixtina, me muero por ver esos frescos. Para llegar atravieso el museo del Vaticano, sin aire, lleno de gente, de obras de arte de todos lados, yo solamente quiero ver la capilla y camino sin parar, no me detengo, a mi alrededor hay oro, oro, oro y mas oro, kilómetros de oro y cuadros y piezas antiguas, no entiendo porque no hay aire acondicionado ¿será porque hoy la entrada es gratis? Con dificultad llego finalmente adonde yo quería, me emociono y tengo que sentarme en el suelo porque me siento mal, alguien se me acerca y me dice que allí esta prohibido sentarse, así que voy a mojarme a un baño y vuelvo para quedarme casi una hora recostada en una banca de madera mirando el techo, viendo como se mueven, hablan y se expresan los personajes de la Biblia, tan reales, si parece que estuvieran actuando, no, están quietos y yo estoy sobria, pero me emborracho de belleza. Pienso que el museo lo pusieron en el camino a la capilla porque sino nadie entraría.

Julio y Lucas no pudieron entrar porque a las trece cerró, así que los encuentro afuera, se van a ver un partido de fútbol, yo no sé qué quiero hacer y camino sola... creo que me voy al albergo a descansar un poco... lleno mi botellita de agua en una fuente.

Me baño, tomo mate, duermo siesta. Quiero volver a alguna de las Piazzas que ya conozco, a dibujar un rato, en mi cuaderno, me voy con las ojotas de Brasil, las bahianas, que acá no existen. Huelo Roma, me gusta, me seduce y finalmente salgo sola, la primera vez, me daba miedo. Elijo piazza della Rotonda, en la puerta del Pantheón hay un chico que toca un violín y deja la funda abierta en el suelo. Algunos turistas que tienen dinero se sientan en las mesas de los bares en la calle, comen y beben. Son casi las siete de la tarde, la luz es perfecta, me siento en la base de una de las columnas del Pantheón a dibujar la fontana que corona el centro de la piazza. Si pudiera dibujar los pájaros que sobrevuelan, la música del violín, el color del cielo, el olor que se respira, las miradas, las palabras, los idiomas.

Algunos hombres se quedan parados a mi lado viendo lo que hago, la mayoría se me acerca para invitarme a salir “ questa sera”, son atractivos, pero un poco pesados, ya son las 8 PM. Hay uno que me gusta, no me habla, me mira, se sienta a mi lado un rato largo y no dice nada, se va, lo busco a mi alrededor con la mirada lo veo lejos mirándome me rio, me vio, ahora él también sonríe y se acerca, me da vergüenza, me causa gracia el idioma italiano, suena divertido tengo vértigo porque me gusta, se llama Marco...



continúará...