29.8.10

Un abogado de treinta

Quedaron en Cabildo y Juramento. En la salida del subte. Puntuales los dos se encontraron. Se habían conocido el sábado. En la city. Ahora es para mayores de treinta y cinco. Nunca había ido Sandra, pero el sábado una amiga le dijo que estaba bueno, música de los ochentas, rock, lentos. Música bailable en general. Le avisó Susana que estaba lleno de freaks. Pero no pudo evitar sorprenderse con cada personaje de esa noche. Parecía una película de Fellini. Gordas con minis terribles bailando sobre las mesas. Mujeres viejas enfundadas en animal print. Gatos, hombres y mujeres. Bigotudos. De todo. Parecía un zoológico el lugar. Ellas no paraban de reirse ni de bailar. La verdad es que allí adentro eran unas diosas. La música estaba buena. Tomaron caipirinhas.
Cuando se encontraron ella le dijo que tenía miedo de no acordarse de su cara. El pibe no entendió el chiste, y medio se ofendió. Sandra se acordaba de sus manos, de su boca, pero no de su cara. Que se ofendiera ya hablaba un poco de su sentido del humor. Cuando lo vió le pareció lindo. No daba treinta, pero ella tampoco aparentaba cuarenta y cinco. Fueron a una pizzería con lugar para fumadores. La noche era cálida. Linda para caminar. Charlaron. Aquel día solo bailaron, se besaron como locos y él le tocó todo el cuerpo, desesperado. Nunca supo que esa era la fantasía que ella había tenido siempre. Hacía mucho que Sandra quería apretar y transar con alguien en una disco en frente de todos como cuando era chica. Y ese sábado estaba sin querer ni planearlo cumpliéndola. Es que la música la vuelve loca, bailar la transporta y se deja llevar. Solo unas copas de más y bueno… todo parece posible.
El pibe se portaba bastante maduro el jueves, pero se le notaba que estaba caliente, desde el día anterior le decía por celular que quería dormir con ella. Sandra se reía, pero no quería. Dormir con alguien es peor que coger sin onda. Pero eso no da decirlo por teléfono. Se hacía la boluda.
Pidieron una pizza mitad de albahaca y mitad de jamón y morrones. Cerveza. El pibe le preguntaba si quería esto o aquello, demasiado preguntaba se notaba inseguro. En un momento de la nada dice:
¬– Nunca pagué por sexo, Sandra se rió y dijo
– Qué suerte, yo tampoco.
Pero ella sabe que casi siempre cuando alguien enuncia, la negación de adelante desaparece, claro queda como “pagué por sexo”. Ella se rie acordándose de que es muy prejuiciosa. El pibe se le acerca, le toca las piernas, no deja de mirarle las tetas. Repite lo de dormir juntos y le cuenta que al día siguiente tiene que ir a un juzgado, en tribunales, entonces le conviene quedarse a dormir por el centro. Vive en Monte Grande, dice. La verdad es que ella no sabe lo que quiere, todavía no está segura de querer coger siquiera. El sábado era otra cosa, ahora… el sábado ella le dijo que no se iría con él esa noche. Argumenta que vive con sus padres grandes que si no les avisa se mueren de un infarto. Cualquier cosa con tal de ver que onda.
– Vamos viendo, dice.
Camino a la pizzería pasaron por la puerta de un telo. Es donde iba con un novio hace como diez años, el más barato del barrio. El pibe es lindo pero parece medio boludo, la pilotea pero no cree que sea de verdad abogado. Eso sí, habla mucho sin parar le dice que esa una diosa, no para de decirle cosas lindas. Eso la seduce. Toman la segunda jarra de cerveza. De la mano caminando. Vamos viendo se dice ella. El pibe paga pernocte con desayuno… Sadra se ríe, hace años que no va a un telo. Una vez adentro él enciende todas las luces, prende la tele con las pornos, dice que le gusta así. Se lo nota ansioso como desesperado, lejos de pensar en lo que ella quiere. Se desviste y le dice:
– ¿Me la chupás?
Sandra no lo puede creer, dice que no, que capaz más tarde y se ríe. El pibe mira la tele y habla boludeces, la desviste, la toca un poco, apurado. Al instante la está cogiendo como los perros cuando se hacen la paja. Sandra cierra los ojos. Ya no le gusta el olor. Ya se quiere ir. Lo mejor es que acabe rápido.
– ¿Viste? Tomé mucha cerveza para durar más.
– Ah mirá vos…
Entonces empieza a gritarle cosas groseras, le pega, se siente el actor de la película que mira, quiere que ella se la chupe. Sandra lo intenta para que termine de una vez pero le provoca arcadas, trata de pensar en alguien que le guste, pero sigue teniendo arcadas. El quiere acabarle en la boca. Sandra no entiende cómo el no se da cuenta de que a ella no le gusta. Esos juegos son divertidos cuando hay confianza, cuando alguien te gusta. Actúa un orgasmo para que él se apure, viene bien saber actuar…
Termina. Sandra tiene ganas de llorar. Pero es más la bronca que la angustia, se quiere ir. El quiere otra vez. Ella dice que se siente mal, que se quiere ir.
– No me cagues, te dije que vivo re lejos que necesito quedarme por el centro además esto recién empieza.
– Yo te dije que no quería.
– Pero ya pagué, además tengo tanto para darte todavía, hace dos meses que no cojo.
Y empieza a hablar solo. Le pregunta cómo estuvo, qué puntaje le daría ella. Sandra enciende un cigarrillo y él dice que le molesta que no da que fume más.
Ella se queda callada. El pibe sigue hablando solo, no le importa que ella o hable. Dice que todas sus novia lo cagaron le mintieron, lo dejaron. Dice que en sus treinta años cogió con veinte mujeres y le pregunta a ella con cuántos. Sandra dice que hace años llevaba una cuenta. Dice que empezó a coger a los veinte. Y sigue hablando. Ella está cansada. Se da vuelta para dormirse y él la agarra de atrás en cucharita, le sigue hablando fuerte al oído. Pasan cinco minutos en los que Sandra se pregunta qué está haciendo ahí. El quiere poner el despertador a las cinco para coger.
Sandra enciende las luces, todas como le gusta a él. Empieza a vestirse.
– Me voy, dice. – disculpame pero me siento mal.
– ¿Cómo que te vas? ¿estás loca? ¿cómo me vas a dejar así? No se puede quedar uno solo durmiendo en un telo nos tenemos que ir los dos. Solucioname esto me estás cagando, ¿ahora qué hago?
Sandra sigue vistiéndose y no dice nada.
– No hay más conbis a esta hora ¿cómo me voy? Solucioname esto.
– Tomate un colectivo.
– ¡No hay más colectivos a esta hora!
– Es problema tuyo. Tomate un remis.
– No tengo más guita. Me gasté todo y encima no traje la banelco, ¡Pará que me visto! Solucioname esto ahora
– ¿Cuál es el problema la guita? Abajo cambio un billete de cien pesos y te presto cincuenta  ¿está bien?
– No me prestes porque no te los voy a devolver, si no quiero verte más.
– No te preocupes yo tampoco.
Bajan en el ascensor.Silencio de muerte. Sandra cambia su billete con la mina de la caja del telo. En la calle le da uno de cincuenta.
– ¿Para qué lado es la avenida?, pregunta él.
Sandra se va para el otro lado. En la noche linda y oscura. Se va caminando sola a las dos de la mañana. Es su barrio. No tiene miedo. Después de esta noche nada le da miedo.