1.12.11

Hombre vertiente


Ayer fuimos con mi hija a ver “Hombre vertiente”.
Me emociona siempre ver espectáculos de gente que fueron mis compañeros de teatro.
Pero este es especial, porque no es teatro que te sentás y mirás. Es teatro que puede tocarte.
Me acuerdo que Pichón era diferente en el conservatorio, capaz todos éramos diferentes pero a él se le notaba que lo que quería era otra cosa.
El primer espectáculo que ví de ellos fue UORC. Cemento 1986 o 87. Me daba miedo ir, pasaron muchas funciones hasta que me animé, y fui porque él me dejó verlo desde la cabina del DJ. A partir de ese día fui a todas las funciones siguientes. Hasta a la filmación de la película, una noche de mucho frío.
Después de tantos años volver a dejar que me toque el teatro me da mucha felicidad y compartirla con mi hija más. Una vez adentro me agarraba la mano, tenía miedo como yo en la primera función de UORC. Hombre vertiente es como meterte en el sueño de otra persona y que te despierte la lluvia en la cara, y volver a soñar. Estoy segura de que no va a olvidarse de este día. Terminamos bailando juntas mojadas entre la gente Aunque como buena adolescente le de vergüenza su madre.


16.10.11

me hicieron este regalo para el día de la madre!



                                                       GRACIAS HIJITUS TE AMO!

23.7.11

Duele


(solo una idea escrita en el subte línea D, entre Tribunales y Congreso de Tucumán)


Bancarse el dolor sin vergüenza, olerlo, sentirlo, conocerlo, tocarlo, hacerse cargo.
La mayoría de la gente tiene vergüenza del dolor, se esconde, se tapa.
Se lo calma con analgésicos, con curitas, con cerveza, con ansiolíticos, estamos tan acostumbrados a evadirlo.
Aunque el dolor sea solo un síntoma siempre, de otra cosa.
Hablar del dolor, escucharlo, nos hace más sabios. Cuando algo duele, es que pasa algo.
La gente cree y confía en la medicina como si fuera una religión, hasta la “prepagan” como un diezmo para tener un mejor lugar en los “hoteles de enfermos” el día que lo necesiten, como en el cielo.
En una época me dediqué a hacer digitopuntura, Shiatsu.
Una vez una amiga me pidió que le hiciera un masaje a un amigo que estaba internado en el Muñiz, casi en las últimas con HIV, veintipico de años. Al tocar su cuerpo mis manos supieron solas que la muerte estaba cerca, su cuerpo fue el primero y el único de los que toqué que tenía una blandura de almohada, una blandura que nunca volví a sentir, entonces aprendí que la tensión es la vida misma.
Que el dolor solo es parte de algo vital, y siendo solo el síntoma de algo, nos enseña sobre nosotros, si lo dejamos libre, sin taparlo. Sentirlo nos hace pensar, nos enseña, si solamente lo calmamos con una pastilla aparecerá otro síntoma diferente hasta que un día nos demos cuenta o nos enfermemos de algo incurable.

28.3.11

Clarín salió con la tapa en blanco.

Por suerte hoy Clarín salió con la tapa en blanco. Hago tiempo en el bar "Manhattan" de Cabildo y La Pampa. Salón fumador. Apenas me siento se me acerca un tipo, de ojos celestes, rubión pero pelado. Andará por los cincuenta. Me sorprende, pensé que venía a pedirme fuego. Me pregunta mirándome a los ojos si soy Graciela, le digo que no y se va disculpándose. Sigue esperando a su cita a ciegas, fumando y mirando por la ventana. Y yo sin un cuaderno para ponerme a escribir... Me pongo a pensar en la época en la que iba a este tipo de citas. Me rio sola. Pobre tipo, me da pena. Está bueno el salón fumador de este bar. Es arriba, todo vidriado, tiene wifi y Tv. Generalmente está en TN, salvo que haya algún partido de algo. Yo hago tiempo, mi hija está en Inglés y la verdad es que no quiero volver a casa para venir otra vez a buscarla. Estamos aprendiendo las dos a que venga sola. A mi también me da miedo aunque esté por cumplir doce porque ella no se anima. Venimos en el subte juntas, la espero acá y volvemos juntas. hasta que esté segura para hacerlo sola. Hoy ya fui a una feria americana donde me compré unas botas rojas de cuero por treinta pesos. Pasé por una peluquería. Me cortó un pelado de túnica por veinticinco pesos. Ahora acá. Miro la esquina. Un hormiguero de gente. No tengo laptop, nunca tuve blackberry. No traje ni libro ni cuaderno porque la acompañé al subte pensando que hoy se animba y venía sola. Por suerte traje los anteojos. El tipo que me confundió con su cita pide la cuenta y se va, parece que lo plantaron. Nunca hay mucha gente acá. Es bastante silencioso aunque esté situado en esta esquina loca de Belgrano. Qué bueno que traje la lapicera. Y que suerte que el Clarín salió con la tapa en blanco, sino no tendría donde escribir todo esto.