18.5.08

AMSTERDAM (Cuento)

Lisa golpeada por palabras, arañada por insultos... viva.

Desorientada baja del tren que ya la separó al menos algunos kilómetros de él, ve cómo se mueve la gente a su alrededor, la velocidad de los que saben adónde ir.

Camina por una ciudad sin rumbo, va por una calle, gira caprichosamente por otra, se detiene a admirar la cornisa de un edificio, se agacha a examinar una mancha de alquitrán en la vereda que le recuerda a cierto cuadro de él. Mira la cara de la gente intentando imaginar su vida interior, entra en un restaurante barato para sacarse el gusto amargo de la boca. Sale y continúa su camino. Nada parece distraerla del pensamiento. . .

La mochila parece que ya no pesara, es una parte mas de su cuerpo, canta canciones de los Beatles y camina. La idea que la persigue es rara, ¿cómo se puede pasar meses sintiendo que ama a alguien que no conoce? Le duele el cuerpo de amor. Frío en los ojos de tantas lágrimas. Lo mas difícil no es tratar de ser otra, sino no saber quién es ella en realidad. Diferenciar su deseo.

Camina, parece que no va a ninguna parte, busca una forma de matar el tiempo, solo el cansancio va a decirle cuándo detenerse.

Pero así como un paso lleva inevitablemente a otro, un pensamiento sigue al anterior, y en el caso de que genere mas de uno, será necesario no sólo seguir al primero hasta su conclusión, sino volver atrás, a la posición inicial, para seguir el hilo del segundo hasta su conclusión, y así sucesivamente.

Lo que en realidad hace cuando camina es pensar de tal modo que sus pensamientos dibujan un trayecto, compuesto ni mas ni menos que por los pasos que siguió. Y se esfuman los recuerdos porque así se relaja el cerebro, con absurdos que no comprometen sus sentimientos.

Su cansancio finalmente la detiene frente a un albergue, Eben Hazer, en donde después de los trámites formales descansa sus huesos mientras toma café con leche, alrededor hay gente de todos los sitios posibles. Por fin siente su cuerpo transpirado, su pelo sucio. Estas sensaciones le darán algo que hacer durante la siguiente hora. Se encamina hacia los dormitorios, encuentra su cama, encuentra el baño, la tarea del aseo la conecta otra vez con lo real, después de haber caminado durante horas no hay nada mejor que dormir. No es tan simple detener los pensamientos. Le duele el cuerpo pero las imágenes la atormentan, la abrazan y es imposible escapar de esos brazos, el corazón late agitado y siente que todos los cuerpos que duermen en la habitación le susurran sus sueños al oído.

Se levanta y mete la cabeza abajo del agua fría, el agua se lleva los susurros, se van por el orificio del lavabo, puede verlos en colores. Más tarde después de fumar el último cigarrillo, vuelve a acostarse. Sueña con “Las ruinas circulares” de Borges.

El día soleado la despierta con esperanza, salir a caminar, a ver gente, a conocer lugares.


continuará...