26.3.21

 

CV


Argentina.
Busco trabajo.
Terminé el secundario en el 80, escuela de monjas llena de hijas de milicos. Me fui de intercambio estudiantil apenas terminé. Enero del 81. Omaha, Nebraska. Mercy High school, ahí fui mejor alumna que acá, pero también era de monjas. Aprendí a hablar muy bien en Inglés y a odiar el catolicismo. La gente era bastante cerrada en Estados Unidos pero en la clase de educación física nos llevaban a un Bowling. Un día me anoté todo lo que decía en la puerta de los baños y con esa lista encaré a mis compañeras para saber qué quería decir, murieron de risa. A partir de entonces me quisieron, y descubrí que la risa era un medio de comunicación y de acercamiento. Dí una conferencia para toda la escuela sobre la Argentina, pero no sabía nada de lo que en realidad pasaba en mi país con el maldito proceso militar, así que fue un desastre en mi opinión, para ellos fue estupenda. Imité a las profesoras como había hecho acá, pero en Inglés. Me premiaron después del viaje, puntuación 100/100 en adaptación.
Empecé a estudiar diseño gráfico en la Escuela Panamericana de Arte y diseño de interiores en la Biblioteca de mujeres mientras trabajaba de asistente dental con una tía. Ese fue mi primer trabajo. En el 84 apenas comenzada la democracia mi mamá me anotó en el Conservatorio de Arte dramático, me gustaba actuar. Después de un mes entero de curso de ingreso en el que había mil quinientos aspirantes solo quedamos docientos cincuenta. Abandoné el diseño gráfico y la decoración de interiores después de dos años de carrera. Me enamoré del teatro. Me presenté a castings para musicales a los que nunca entré. Fui compañera de “Los Macocos”, de los “De la Guarda”. Trabajé de moza para pagarme un aborto en el 85. Volví a trabajar de moza en San Bernardo un verano entero. Trabajé en una casa de regalos. Seguí el conservatorio casi hasta cuarto año porque volvieron los antiguos profesores del proceso y me fui. Seguí haciendo teatro en una escuela de San Telmo donde además era recepcionista.
Ahora busco trabajo.
Hice bolos para la tele. Hice teatro under. Después comenzó mi carrera de baby-sitter, de casualidad. Un día en la casa de una amiga dije que me gustaban los bebés y su madre me escuchó, ella era profesora de gimnasia pre parto, me recomendó dos niños de seis meses y ahí fui sin saber nada de niños. Los primeros miré con atención cómo la mamá le cambiaba los pañales y lo bañaba, se aprende fácil si te gusta. Durante quince años cuidé bebés y niños. Aprendí muchas cosas. Es un trabajo que te hace feliz, jugás y te reís. Para mi era como jugar a las muñecas. El más chiquito tenía una semana y llegué hasta quedarme a vivir en la casa de unos niños cuando sus padres se fueron a Europa. Cuidé a los hijos del productor de HighlanderII, familia en la cuál nadie hablaba castellano, así que además fui su traductora cuando viajamos a las cataratas.
Busco trabajo.
Soy masajista de shiatsu (digitopuntura) con diploma expedido por el japonés.
Cuidé muchísimos niños, tengo fotos de todos. Ahora son mis amigos en Factbook. Me fui a vivir sola a los veintiséis, a Boedo, donde nací. Me llamaron de una agencia de baby-sitters para que trabajara para ellas, terminé enseñándoles. Con esos trabajos me fui dos veces a Europa. Trabajé en un kiosco en el Lawn tennis durante un ATP. Nalbandián me robó un sándwich en una de mis idas al baño, cuando volví se lo estaba comiendo. Dejé de hacer teatro y me dediqué a escribir, hice cantidad de talleres.
Di clases de inglés.
Lo que nunca dejé de hacer fue escribir, siempre lo hice desde los 10 años.  Me ayuda a entender, entenderme. Me junté con un artista plástico que resultó ser padre de mi hija. Ahí dejé de trabajar, quería cuidar a mi propia bebé, amaba eso. Escribí una novela con mis diarios. Se llama “Hecha Polvo”.
Antes me enamoraba fácil, ya no.
Escribí una miniserie en el 2005 “Perra” se llamaba, vendimos el libro a Fox Europa pero Suar, que había leído el primer capítulo, se la copió e hizo “Malparida”.
Busco trabajo.
Tengo experiencia en atención al público, fui operadora de emergencias en una prepaga. Fui recepcionista en una escuela de cine. Secretaria y recepcionista en Planeta Juego donde también hacía suplencia de las maestras jardineras. Fui ambientadota del vip en otro ATP del Lawn tennis.
Vendí ropa interior por catálogo.
Me separé hace nueve o diez años.
Busco trabajo.
Si querés cogemos.
Desempleada no pertenecés. Estás afuera del sistema. Stand by. No tenés tema. No te pasa nada. Sos nada.
Limpio mi casa, la pinto, la ordeno, lavo la ropa. Vivo con mi hija. Fui presidenta de la cooperadora de su escuela durante casi dos años.  Dirigí una obra de teatro con los padres. Anoche volví a cuidar un bebé después de mucho tiempo, pensé que no me acordaría, pero es como andar en bicicleta…
Soy proactiva. Simpática. Tengo óptimas referencia, comprobables.
Me gusta trabajar con chicos, adolescentes, me entiendo bien con ellos, salvo con mi hija, pero ese es otro tema.
Busco trabajo. Necesito trabajo. Si sabés de algo…

11.9.20

Mamá

 

Hace un año se moría mi mamá, se iba de su cuerpo.

Hacía dos meses que estaba en terapia intensiva, se estaba yendo de a poco. Ella quería irse y esa fue la forma que encontró.

Mi casa está llena de cosas que hizo para mí. Cortinas, almohadones, muebles, cuadros, adornos de toda especie, ropa, sweaters tejidos a mano. Todo a mi alrededor me la trae a cada momento. No puedo ver sus fotos sin llorar.

Fue tan intenso el invierno de 2019 que la locura de este invierno es parecida.

Mi mamá pedía ayuda en el último tiempo antes de su internación, lloraba mucho y estaba depresiva, no aguantaba más. Entró en terapia intensiva el día del cumpleaños de mi papá.

En el medio de esos dos meses se despertó una vez y hablaba mucho, no era más ella, no tenía miedo ni tristeza. Esa parte suya ya no estaba.

Escribo esto como un pequeño homenaje a su persona. A la artista que fué. Capaz de transformar en obras de arte objetos obsoletos. Encontrando belleza en las cosas más insólitas. Podía hacer desde un sobretodo hasta un velador o una agarradera para la cocina.

Yo no resulté ser la hija que ella hubiera querido. Pero me enorgullece porque los hijos no están para eso. Haber luchado por ser yo misma también se lo debo a ella.

Hace poco vi una foto de mi abuela y me di cuenta de que sus manos se parecían mucho a las de mi mamá. Ahora mís manos empiezan a parecerse a las suyas.

Quisiera poder escribir algo mejor pero se me hace difícil el contexto. Todo es tan extremo. Tan blanco o negro que el gris de este homenaje resulta muy chiquito.

Todavía lloro cuando veo sus fotos.

Gracias mamá.

28.5.20

Hoy

Me siento reprimida todo el tiempo. A nadie le importan mis opiniones sin embargo todo el mundo me dice lo que tengo que pensar. No puedo pensar diferente.  Me juzgan por lo que pienso o digo o expreso. Reprimida.

18.4.20

CUARENTENA


Hoy es Sábado pero podría ser cualquier día. Ya no distingo demasiado, a veces por los programas de radio o tv me doy cuenta de que es fin de semana.
Ya no me creo la pandemia. Nos tienen a todos encerrados hace un mes. Algunos todavía hacen chistes al respecto. Mensajitos de chistes que ni veo y borro. Al principio yo también lo hacía, pero esto se pone cada vez más feo. Ahora los mayores de setenta tienen que pedir permiso para salir a la calle porque si te ve la policía te lleva de vuelta a tu casa. Dicen que lo hacen para cuidar a los abuelos pero hace dos semanas los largaron a cobrar jubilaciones apretujados frente a cajeros automáticos. Esos deberían estar en terapia intensiva ya. No se sabe nada. Ahora los confinan solos en sus casa. Solos.
Nadie puede acercárseles ni tocarlos. Un delirio de ciencia ficción. ¿Eso es cuidarlos? Eso es ir matándolos de a poco. Si no mueren de covid morirán de soledad.
Nos piden por favor que no salgamos de casa en todos los comerciales de la tele. Cuidémonos dicen, haciendo una épica de este desastre de gente sin trabajo, separados de parejas, de amigos, en soledad para sentir más miedo.
Hasta una pareja que no vive con vos te da miedo ahora, tus amigos.
Una ministra, no sé ni de qué dijo por la tele que nos convenía tener sexo virtual. ¿Desde cuándo una ministra de nada se va a meter en mi vida sexual? Ya lo hice señora, no sirve. Yo quiero coger.
Nos quieren con miedo. ¿Nadie se da cuenta?
Yo ya no tengo miedo, la muerte no me da miedo, vivir rodeada de cobardes asusta.
Y la gente hace chistes pero se la siguen bancando. Tienen miedo de discutirle a los jefes, a ver si se contagian.
Todos haciendo caso como en una dictadura, todos guardaditos. Haciendo caso, el congreso cerrado, a ver si se contagian, pero cobran un montón de guita igual. Nadie protesta.
Mientras tanto si ves las cifras de muertos del año pasado en todo el mundo son más que ahora. Todos los virus son contagiosos, siempre. Siempre se muere gente, nunca las contaron como ahora. ¿Desde cuándo contamos a los muertos en el mundo?
Yo no tengo dudas de que es todo una puesta en escena que viene de lo más alto. Todos los países obedeciendo. Montan hospitales en clubes. Todos vacíos. Hace un mes que estamos encerrados.
Yo estaba buscando un trabajo.
Acá estoy encerrada, por suerte con toda mi familia, solo falta mi cuñado.
Agradecida por tener una casa enorme con terraza y sol y de poder llenar la heladera todavía.
No entiendo a todos los que salían a protestar. Se quedaron todos calladitos.
Somos un rebaño de ovejas, todos atrás de papá estado que nos va a alimentar hasta que esto pase.
¿Cuentan las muertas por femicidios? Y ¿qué pasa en medio oriente?
¿Qué pasó con aquellos refugiados? ¿Y los indígenas? ¿Siguen vivos?
Ah, no ellos se mueren de hambre sin agua, pero no le importan a nadie.
No les creo nada.
Seguiré obedeciendo porque tengo un padre que muy pronto cumple 98, nada más.
Ya no le creo a nadie.






16.3.20

Un encendedor rojo

Solo me queda un encendedor.  
   
Hace un año te traje caracoles y piedras de la playa.   
                        
Hace un año que cogemos tan lindo.  
                                                  
Te regalé una cafetera para tu cumpleaños. 
                                      
Te amé.    
                                            
Mandé a hacer una remera que dice " No somos novios" porque no querías. 
                                        
 Este verano te traje alfajores de la costa.
                                                
Solo me regalaste un encendedor rojo que estaba tirado en un cajón porque no encontraba el mío. Que seguro se quedó en tu casa. 
                                                    
Un año de amor.   
                             
Solo me queda un encendedor rojo.

26.2.20

DEMONIOS








Hay una hora del día en la que me visitan los demonios.
El amanecer es siempre prometedor, valiente, lleno de esperanzas.
La hora endemoniada se produce entre las siete y las ocho de la noche, cuando se pone el sol y se enciende el alumbrado público.
A esa hora miro el mar plateado desde el balcón, el encanto del mar me distrae. Neptuno me seduce, me hipnotiza y me cuelgo alucinando seres que habitan lo profundo, el fondo.
Ahí aparecen los demonios que me agarran distraída siempre. Se meten en mi cabeza, se meten adentro mío por todas partes. Apelan a las heridas que todavía no cicatrizaron y me tocan ahí, para hacerme doler, no tienen otro objetivo más que el de recordarme el dolor, hacerme volver al lugar que duele.
Si me agarran haciendo algo no pueden entrar. Pero llegan siempre por sorpresa en el balcón mientras miro el mar. Distraída, indefensa. Los reconozco cuando me empieza a doler el estómago y aparece la ansiedad, entonces sé que se están acercando.
Ya es tarde. Llegaron.
La novela que trato de escribir se hace amiga de ellos me angustia, me hace llorar y quedo como una nena chiquita en posición fetal, asustada por monstruos.
Así, día tras día se repite la visita de los demonios que por alguna razón siempre llegan a esa hora. Cuando logro espantarlos a veces quedo tan cansada que solo puedo dormir y me olvido de comer.
Hoy voy a ver si puedo estar alerta y ocupada para no dejarlos entrar o ponerles una trampa para inmovilizarlos. Si estoy atenta quizás pueda combatirlos.
Si me distraigo se me meten en el cuerpo con la ansiedad y la taquicardia, justo sucede cuando intento soltar el control. Si llegan a ese punto ya es tarde para combatir, solo puedo entregarme.
No es tarea fácil. No hay meditación ni oración que alcance. Me violan disfrazados de alguien que me gusta. No es uno solo, son muchos oscuros, que se transforman en el que me gusta para dejarme sin defensas.
El otro día tomé una caipiriña en la playa y me reí tanto que no pudieron entrar. La risa es buena para ahuyentarlos. Debería poder burlarme de ellos y reírme. No me creo capaz, son fuertes, cabezas de cabras y ojos que dan miedo. Me atacan en manada, me rodean y yo ahí sola.
Es muy duro estar siempre alerta. Aparecen justo cuando me distraigo y se apoderan de mi cabeza y de mi cuerpo, aprovechando mis rincones oscuros y mis heridas. Adueñándose de mí.
Alguna vez se espantaron con música, esa que no me gusta, porque si me gusta tienen el acceso más fácil. Se derriten los relojes y de repente es medianoche cuando no podés más y caes desmayada.
Solo me queda tomarme una pastilla para salir de ese agujero donde me dejan atada de pies y manos, herida y sola.
Siempre entre las siete y las ocho, cuando se puso el sol, cuando vuelan golondrinas. Esa podría ser una alerta, pero me agarran distraída.
Imposible el control. Cuando soltás quedás a merced de ellos. No es un juego limpio. Solo vienen a minar tu autoestima y destrozarte. no se puede dialogar. No les importa lo que tengas que decirles. Vienen a lo suyo. A aplastarte como a una cucaracha.
Suerte que puedo contar esto antes de que lo logren por completo.
El día y el sol me devuelven el poder sobre mí, es otra cosa. Estoy en paz.
El momento es el crepúsculo.
A esa hora es cuando mis pensamientos se convierten en demonios.

17.1.20

TERAPIA INTENSIVA



TERAPIA INTENSIVA

Me despierto 7 AM.
La vida me pone en alerta a esa hora, hace ya dos meses que es así. Me despierto sola, sin reloj.
Mis viejos vivían en una casa debajo de la mía, mi papá 97 y mi mamá 88. Siempre mi vieja hizo  las cosas de la casa pero tres meses atrás un día se cayó en el baño y se fracturó el tabique, así que con dificultades, porque ella no quería, logramos poner una señora durante el día que se ocupara de mi papá. Eso le dijimos a mi mamá, porque ella podía todo. Otra venía a dormir y los cuidaba a los dos por la noche.
Un día bajo a saludarlos y mi mamá hablaba mal, pero no se daba cuenta, se había atragantado con arroz con leche. Como en mi vida trabajé de muchas cosas, una de tantas fue operadora de emergencias en una prepaga, las que atienden el teléfono. Para lo cual tuve que estudiarme un protocolo y entre lo que me acuerdo estaba este síntoma de hablar mal. Llamé a la emergencia, tardaron una hora, cuando llegaron la medicaron para la presión alta, se querían ir, les expliqué que mi mamá no hablaba así, que era raro, quería que la vieran en una guardia. Esperamos otra hora hasta que consiguieron una cama en la Clínica del sol. Me fui en la ambulancia con mi mamá sentadita, le presté mis guantes de lana porque tenía frío en las manos, cuando llegamos allá llegó mi hermana y se quedó a dormir ahí. El día anterior había habido un eclipse de sol.
Le hicieron estudios durante tres días, todo estaba normal salvo pequeñas isquemias típicas de la edad. El 6 de Julio mi papá cumplía 97 y fue a visitarla. Le darían el alta al día siguiente, pero esa noche se atragantó comiendo ravioles y la llevaron a terapia intensiva.
De ahí nunca más salió.
Lo cotidiano es estar alerta. Desayuno mate y fumo en la mesa de la cocina con la ventana abierta, me cago de frío, veo las plantas que me piden auxilio hace mucho. No tengo tiempo para atender plantas. Ahora atiendo personas.
Me tiro el tarot por youtube, así mi cabeza sale del rulo de la ansiedad. Todos mis días empiezan así, Lunes, Martes, Miércoles, Jueves, Viernes, Sábados y Domingos. Son todos iguales. Mate y cigarrillo, no puedo comer.
La terapia intensiva no tiene francos, ni feriados ni domingos. La vida se convierte en una terapia intensiva. Esas dos palabras ya se escriben solas en mi teléfono.
El dolor y el miedo de los primeros días ya se transformó. Mutó en cansancio físico y mental.
Bajo a la casa de mi papá para hacerle el desayuno. Surfeo la angustia frente a él, hablo de otra cosa, los dos pensamos lo mismo pero siempre hablamos de otras cosas. A las once llega la señora que se encarga de cuidarlo. Entonces ahí activo un poco mi casa. A las doce y cuarto me tengo que ir a la clínica del sol, cuarto piso box 404. Dos visitas diarias. Una a las 13hs y otra a las 19. Viajo en el 41 hasta el parque Las Heras, cruzo el parque, camino por el pasto, siempre con los auriculares. Este parque está lleno de recuerdos pero a partir de ahora me recordará siempre esta temporada intensiva. Llevo mucho abrigo que apenas entro en la clínica tengo que sacarme. Saludo a los de seguridad que ya me conocen porque son los encargados de echarnos cuando se termina el horario de visitas. Trato de sonreírles pensando que tal vez Dios se apiada de la vida de mi madre. Voy al baño de la planta baja porque es más grande y cómodo, frente a la capillita. Lleno mi botella de agua en un dispenser que hay ahí. Subo en el ascensor los cuatro pisos y el espejo me dice cada día lo que muestra mi cara. Ese espejo me mira a mí.
Llego arriba. A veces lleno de gente y a veces vacío. Dispenser de alcohol líquido que más de una vez se me metió en los ojos, además de limpiarme las manos limpio el celular entero. Algunos días la gente habla muy fuerte. Siempre llego temprano al mediodía porque a las 14hs tengo que entrar a trabajar, donde cuido a un niño de dos años y medio.
Siempre cambian las caras de la sala de espera, sillones azules muy cómodos. La gente no dura mucho en terapia intensiva, a esta altura creo que mi mamá es la que más tiempo lleva. Siempre hay gente nueva que pregunta cosas. Yo ya no lloro pero es un lugar bastante triste la sala de espera. Todos tenemos miedo, todos los miedos se juntan en este lugar. Estamos cerca de la muerte. Para mí la muerte es una liberación del cuerpo, pero la gente le tiene miedo. Hace mucho calor en toda la clínica y el olor del alcohol se me queda para siempre en la memoria emotiva. Es ahí, es ese lugar con sillones azules. Cada vez que se abre la puerta de la terapia miramos todos en sincronía para allá. Algunos días tardan tanto en dejarnos entrar que se hace la hora de irse.
Mi hermana llora siempre, yo creo que no quiero que mi mamá me vea llorando aunque igual no me ve, pero seguro que siente o escucha. Eso nadie lo sabe, ni los médicos lo saben. Estado vegetativo dicen como si alguna vez hubieran estado ahí. Mi hermana todavía tiene esperanzas, yo no. En algún momento un enfermero nos abre la puerta y nos hace pasar a todos, el dispenser de alcohol está antes de entrar, pero apenas pasás esa puerta hay otro, así que yo entro y uso ese porque en el de afuera se hace una cola de gente.
Entramos. Mamá está siempre acomodada en diferentes posiciones, de costado o boca arriba.
-Hola ma, hola mamita.
Y todavía me estremezco. Ritual de masajes en brazos manos, piernas pies, uñas. Dedo por dedo, manos y pies con crema. La peinamos. Miramos los aparatos que la rodean porque ya entendemos algo de lo que dicen esos números y letritas que rodean la cama. Le contamos lo que hacemos, lo que hicimos. Ponemos perfume a las sábanas. Las enfermeras hablan de sus cosas. Una vez que le pusimos música clásica se pusieron a bailar y a hacer chistes. Mi hermana le imprimió unas fotos de toda la familia que pegó con cinta adhesiva en la pared frente a su cama por si se despierta, así nos ve. También escribió Cachita con marcador rosa para que cada médico o enfermero sepan cómo llamarla, no es su nombre, se llama Stella Maris pero siempre le dijeron Cachita. Mi hermana le habla fuerte y llora, le digo que no llore delante de ella porque nosotras la tenemos que sostener. No me hace caso, no puede y quiere llorar. Se enoja con los médicos. Le dice a mi mamá que se despierte que estamos ahí. Cuando ella se va yo le digo a mi mamá que se vaya a Taormina, a caminar por la playa que tanto le gustaba, que no tenga miedo, que ella es fuerte, que se vaya tranquila, que deje ese cuerpo que ya no sirve, que sea libre.
Siento que sostengo todo el tiempo. Sostengo a mi mamá, a mi hermana a mi papá y a mi hija. También a los que preguntan por wasap.
Sostener se me volvió una tarea cotidiana. No me da descanso el sostener, hasta dormida sostengo en los sueños. La rutina es sostener.
Sostener y llorar sola.
Aunque llore no hay alivio. El alivio ya no existe. El olor del alcohol es el vector directo a ese momento. Al final de la visita viene el médico de turno a pasarnos un parte, a veces viene el jefe de la terapia. Me voy corriendo por Coronel Díaz a tomar el 93 que nunca viene, voy a trabajar, mi trabajo también es cuidar pero de un niño, una vida pequeña que crece. Algunas veces él me sostiene a mí, jugamos y vamos a la plaza y merendamos cantando y me olvido, me aliviana el peso de sostener. Él es liviano.
Salgo corriendo a las 18.30 para llegar otra vez a la terapia a las 19hs y el 93 tarda mil años. Vuelvo a correr a través del parque Las Heras, ahora ya es de noche y corro cuesta arriba con música en los oídos. A esta hora paso rápido por el baño de abajo porque siempre llego medio tarde. Saludo a los de seguridad que ya son otros pero igual me conocen y vuelvo a verme en el espejo del ascensor. Otra vez lavo mis manos con el alcohol líquido de la entrada de la terapia y vuelvo a limpiar entero el celular. Los médicos de las terapias intensivas son diferentes del resto, siempre tienen esperanzas porque dicen que sino no podrían trabajar ahí. El neurólogo ya nos dijo que el electroencefalograma era casi plano, nos mostró un montón de hojas con los dibujos, especialmente a mi hermana, dijo, porque necesita ver. Aunque después de ese electro mi mamá se despertó y estuvo dos días en terapia intermedia. El neurólogo no lo podía creer, nadie lo podía creer. Ya no era mi mamá igual, hablaba huevadas y no tenía miedo. Por eso digo que no era más ella. Si algo la caracterizaba era el miedo. Siempre tuvo miedo de que le pasara justo lo que le pasó. En esos dos días de intermedia teníamos que darle de comer y fue después de una cena que le di, como a los niños que cuido, me dijo que tenía una angustia en el pecho, pensé que se había dado cuenta de lo grave de todo y que iba a tener miedo otra vez, pero no, le agarró una tos incontrolable hasta que vinieron los médicos otra vez y el respirador y la sedación y otra vez a la terapia intensiva.
Volver a la noche en el subte era triste, con mi hermana llorando casi siempre, odiando a los músicos, a los vendedores y a los que te quieren hacer reír. Atravesábamos el shopping Alto Palermo porque hacía frío o llovía. Estación Bulnes. Empecé a ver videos de biodecodificación, aprendí a sacarle el significado a las cosas. Aprendo a soltar, no me enfermo, no contagio. Escondo la angustia cuando llego y mi papá está esperando noticias, trato de sonreír, miento que está mejor conteniendo el llanto en los ojos, por suerte no ve bien. Contengo hasta que salgo de su casa y no aguanto más pienso, pero aguanto porque mañana es igual y me despierto sin despertador y le hago el desayuno y sostengo, puedo.
Sigo sosteniendo, puedo. Creo que no puedo más y puedo. Sostengo.
Aprendo el verdadero significado de un día a la vez. Por hoy sostengo, por hoy puedo. Aunque se me cierre el estómago y se me caigan los pantalones de lo flaca que estoy, puedo por hoy seguir sosteniendo.
Mamá, acá estoy.