11.9.20

Mamá

 

Hace un año se moría mi mamá, se iba de su cuerpo.

Hacía dos meses que estaba en terapia intensiva, se estaba yendo de a poco. Ella quería irse y esa fue la forma que encontró.

Mi casa está llena de cosas que hizo para mí. Cortinas, almohadones, muebles, cuadros, adornos de toda especie, ropa, sweaters tejidos a mano. Todo a mi alrededor me la trae a cada momento. No puedo ver sus fotos sin llorar.

Fue tan intenso el invierno de 2019 que la locura de este invierno es parecida.

Mi mamá pedía ayuda en el último tiempo antes de su internación, lloraba mucho y estaba depresiva, no aguantaba más. Entró en terapia intensiva el día del cumpleaños de mi papá.

En el medio de esos dos meses se despertó una vez y hablaba mucho, no era más ella, no tenía miedo ni tristeza. Esa parte suya ya no estaba.

Escribo esto como un pequeño homenaje a su persona. A la artista que fué. Capaz de transformar en obras de arte objetos obsoletos. Encontrando belleza en las cosas más insólitas. Podía hacer desde un sobretodo hasta un velador o una agarradera para la cocina.

Yo no resulté ser la hija que ella hubiera querido. Pero me enorgullece porque los hijos no están para eso. Haber luchado por ser yo misma también se lo debo a ella.

Hace poco vi una foto de mi abuela y me di cuenta de que sus manos se parecían mucho a las de mi mamá. Ahora mís manos empiezan a parecerse a las suyas.

Quisiera poder escribir algo mejor pero se me hace difícil el contexto. Todo es tan extremo. Tan blanco o negro que el gris de este homenaje resulta muy chiquito.

Todavía lloro cuando veo sus fotos.

Gracias mamá.

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