18.6.10

una cita

Clara se abrigó demás. Hacía frío. La cita la hacía sospechar. No le gustaba encontrarse en un lugar público con él. La ponía nerviosa. Estaba segura de que tendría frío. Aunque ya fuera primavera. Debajo del saco, la remerita negra escotada. Pensó que le hacía las tetas más grandes. Su marido se las miraba cuando la usaba. Pocas veces sentía que él la miraba. Manuel sí. Siempre. Clara no entendía que la hubiera citado en semejante lugar. “Zoo 15 hs selva subtropical.” Ese había sido el mensaje de texto. A ella le daba miedo que los vieran. ¿Quién podía ir al zoológico a esa hora? Su marido era visitador médico, el zoológico no era su zona, pero podía estar en cualquier lado.
La selva subtropical antes era la jaula de las fieras, la parte de adentro, no tenía acceso el público.
Clara llegó a las tres menos cuarto. Siempre llegaba temprano, le daba rabia. Caminó un rato por el parque. Hacía frío. Se sentó en un banco frente al lago y sacó su espejito con aumento para revisar el maquillaje. No usaba demasiado. Retocó el brillo de los labios. Los amantes no usan ni mucho maquillaje ni perfume. Deja rastros. La mujer de Manuel es muy celosa pensó. Lo llama todo el tiempo. Ricardo, en cambio, no se da cuenta de nada. Nunca antes había estado en la selva subtropical. Cuando por fin entró se dio cuenta del cambio del clima y la temperatura. Calor. Humedad. El ruido de los pájaros era ensordecedor. Cascadas artificiales. Lo vió. Alejado de la puerta. Cruzaron miradas y sonrisas. El, saco y camisa bastante abierta. Clara se desabrigó enseguida. Dejó ver su escote. No había mucha gente. Tampoco estaba vacío. El día era nublado y frío.
-Hola nena.
-Hola.
Manuel la besó apasionado, como si fueran adolescentes. Al mismo tiempo su mano se deslizaba por la cola de Clara. Escondidos entre la gente.
-¿Por qué acá Manu?
-Quería estar con gente, en público.
A Clara no le gustaba que la vieran. Se escondía. Después de todo ¿Cómo estar segura de que nadie los conociera? Algunas madres con niños. Algunas mucamas con cochecitos. Chicos que gritaban y corrían alrededor.
Manuel le decía cosas al oído y Clara se ruborizaba. Caminaron a una zona oscura. El hogar de los murciélagos. Manuel subió una mano por debajo de la pollera descubriendo las piernas. Eran medias que no llegaban hasta arriba. Podía tocarle la piel. Tuvo una erección inmediata. Clara se rió nerviosa. Miedo. Vergüenza. Manuel la arrinconó contra un vidrio húmedo. Ella se zafaba. Su boca decía no. Su cuerpo sí. Eso a él lo volvía loco.
-Dale hagámoslo acá, ¿si?
-No.
La mano de Manuel ya estaba debajo de la bombacha, sintiendo su humedad.
-No Manu, vamos a un telo…
-Dale mala, si te gusta…
En ese momento se escuchó un murmullo creciente seguido de gritos. Una horda de guardapolvos blancos entraron corriendo seguidos de dos maestras gordas. Apenas los vió Clara se acomodó la ropa.
-Vamos a otro lado Manu, yo también quiero, pero acá no da.
-Acá Clarita, quiero acá. Me calienta que nos puedan ver. Me calentás mucho, ¿no ves?
- Estás loco, me muero de vergüenza.
-No mi amor, te va a encantar…
Caminaron despacio. Miraron los pájaros. Actuaban. Jugaban a ser novios. Un grupito de chicos los vió y cuchichearon al tiempo que los señalaban. Clara se ruborizó. Manuel reía y mascaba chicle. Siempre de mentol. El pelo le caía sobre la cara de costado y se lo soplaba. Siempre olía bien.
-¿Nos vamos Manu? Estoy incómoda…
-No mamita ya se van los chicos, ¿ves? Quiero cogerte acá adentro.
La última frase se la dijo en el oído. A veces pensaba que no era él. La adrenalina, el vértigo de encontrarse a escondidas quizás. Manuel era divertido. Siempre de buen humor. Tal vez Ricardo también fuera así cuando no estaba con ella.
Pasó casi media hora hasta que los escolares emprendieron la partida. No quedó nadie más que ellos. Clara y Manuel parados en un puente colgante de madera. En medio de la selva subtropical. El dejó el saco sobre su laptop, en el suelo junto con las cosas de ella. Al mismo tiempo le levantaba la pollera de lana. La visión de su culo perfecto lo turbó por un momento. Enseguida se estaba poniendo un forro. Corriéndole la tirita de la ropa interior húmeda. Ella seguía diciendo que no. Sabía que a esa velocidad no le iba a gustar. Manuel la apoyó sobre la baranda del puente y la penetró por detrás mientras con las manos le sostenía las tetas. Todo terminó rápido. Minutos apenas en los que Clara no dejó de mirar la puerta. Manuel quedó temblando después de un grito, que con el ruido de las aves, apenas se escuchó. Clara se acomodó rápido la ropa. Se alejó hacia la puerta. Una vez afuera volvió a arreglarse el maquillaje con el espejito de aumento. Al rato salió Manuel, sonriendo.
-¿Sos mi puta?, le preguntó cuando se despedían.
-Si , claro.
Se besaron. El salió por la puerta de Las Heras, sonriendo. Ella por la de Libertador. Mientras subía a un taxi leyó el mensaje de texto que decía: “beso diosa.” Después de borrarlo prendió un cigarrillo.

8.6.10

este blog tiene vida propia, se me fue de las manos...
eso es lo que le tiene que pasar a mis personajes... me dicen.